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  • AG
  • 26 jul 2020
  • 2 Min. de lectura


Rostro (2020, D'Artigues)


Las manos de Michelle irrumpen el tiempo y el espacio con una explosión, textura y color es el conjunto de un lenguaje que discurre geométricamente en un lienzo como traducción de un discurso que palabras no son, es materia volatizada por la manifestación de ideas que espontáneas, se tamizan en trazos, unos más delicados que otros para construir una cuarta dimensión.

Esta obra de Michelle en particular ¿No les parece sabe a tinto de Uruguay?, sus tonalidades me recuerdan a la brisa proveniente del Atlántico y del Río de la Plata que, salpicada por la luz de las horas, refresca los viñedos de Tannat, uva con más tradiciones e historias en este país, aunque oriunda del suroeste de Francia. Esta cepa produce vinos con capas altas de color y una estructura tánica inolvidable en el paladar, así los visos de la técnica D’artiguesiana, que envuelve con matices de color para traer a la vida un rostro que replica el volumen de un vino cuyo cuerpo no solo se caracteriza por su gran complejidad de aromas, que van desde los frutales: Bayas muy maduras del rojo más intenso hasta el casi negro que pasa por el azul cerúleo. Los herbales, que recuerdan la frescura del eucalipto y los provenientes de la madera, como el almizcle, el clavo y la vainilla. A esto se suma un interesante balance entre frutalidad, tanicidad y acidez, características que le conceden a sus mostos potencial de guarda y excepcional compañía en blends de uvas más ligeras.

Te dejo la recomendación semanal, es un Tannat de la Bodega Bouza, vino producido con el 100% de la cepa, encontrarás la versión con o sin barrica. Ahora que, si quieres una presentación estelar, compra el blend que corresponde al año 2018, con 35% de Merlot y 20% de Tempranillo, fue calificado con 97 puntos por Tim Atkin, especialista y crítico británico que este año elaboró un reporte dedicado a las mejores etiquetas de este país. En ambos encontraras muy buena estructura, el segundo será más sutil, pero seguirás percibiendo la tintura de su pulpa y sus pieles. La sugerencia del acompañamiento son carnes de caza, o de alto contenido graso y pastas con salsas a base de quesos maduros.




Hoy, porque no sé qué pinte mañana, asocio esta composición de Michelle con el vino del nuevo mundo, cuya uva, aunque proviene del antiguo, es capaz de adaptarse y renacer en diversas reglas para inquietar los sentidos de muchos espectadores.

 
 
 
  • AG
  • 12 jul 2020
  • 4 Min. de lectura

Biala, 1986

El color verde es la mezcla del amarillo y el azul, depende de las cantidades añadidas de cada uno para percibir una tonalidad más clara o más obscura. Basta cerrar los ojos para imaginar el relato del verde: Un campo, un bosque, una playa, incluso un desierto podrá ser testigo de la germinación de una semilla.

El verde por sí solo es fresco, recuerda a la hierba que pisamos descalzos, contacto crispeante que salpica gotitas de agua invisibles a nuestros ojos de los que nuestros pies son espectadores. El verde es un color que tiene mucha agua y luz, de ahí que la clorofila haya regalado a la vista tan vibrante tonalidad que donde gotea, abraza.


El verde es ácido porque rememora a los cítricos, la acidez es verde y se convierte punzada que envuelve lengua y paladar enérgicamente para motivar al más primitivo deseo. El sabor del verde está en constante movimiento, es también amargo. Las bondades de amargura provienen de masticar una hoja fresca, hasta que los dientes rechinan y conducen a esa nota, que no siempre representa aflicción: El amargo actúa como decantador de sueños ante las múltiples y aburridas posibilidades.


A su vez, el verde es dicotómico, aunque hay mucha perspicacia en su carácter organoléptico, manifiesta inocuidad y esperanza al conectar con el inconsciente colectivo de los individuos, el más profundo de la esencia humana con su orígen, lo que le confiere tranquilidad y calma. Kandisky, al asociar los colores con los sonidos, dotó al verde de tonalidades tranquilas y profundas como las que emite el violín.

En realidad, el afecto de hoy solo relata mi percepción en torno al verde y cómo conecto mis sentidos cada vez que lo veo, aunque no lo toque, lo huela o lo coma, las asociaciones olfativas y gustativas son particulares para el verde así como para otros.

Últimamente, me lo encuentro repetidas veces, lo identifico y aíslo de obras con las que he convivido, como escenas de películas, libros, fotos o pinturas que más me gustan. Por eso hoy quiero compartirles otra de mis obras favoritas cuyo foco, al menos para mí está presente en el verde de una alcachofa.


La obra de Janice Biala (1903-2000), data de 1986, corresponde a la corriente del expresionismo abstracto, como su nombre lo indica, Black still life with artichokes, es una configuración que reinterpreta la posición del verde dentro de un lienzo que carece de color, obscuro con acentos de luz provenientes de objetos porcelánicos que parecen revestirse de la vibración que despide el verde de una alcachofa.


A Janice le gustaba pintar espacios privados, como ejemplo esta cocina, también disfrutaba de comer productos cultivados en su propio jardín, por lo que su arte se nutre de una selección muy singular de contornos, formas y colores. Fue gran amiga de Pablo Picasso y Henri Matisse.


Algo más que me parece importante para entender la armonía de color de Biala es que para ella, al igual que un escritor debe estar conforme con cada palabra o frase de su novela, el pintor, debe conectar cada punto con otros más del cuadro, dado que el rojo o verde o cualquier color que aplicara solo sería evidente mientras existan a su lado las condiciones idóneas de enaltecimiento.


De particular sabor y baja intensidad aromática, la alcachofa es el verde que edifica un mundo de amargura en el que una y otra vez suplicaría estar para perder mis sentidos en la peculiaridad de su textura, de jugosa fibra empapa, su sabor amargo es sútil tamiz que refina el aroma herbal desprendido de la hoja gruesa y carnosa, cual plasmada por Biala en verde de fantasía, este vegetal cobra vida en verde olivo cuya lumimosidad es menor.


El maridaje verde que hoy comparto es un vino del mismo nombre: Vinho Verde de Portugal. Es una denominación de origen que se encuentra en la región Noroeste de Portugal, son vinos jóvenes, frescos y ligeros que responden a un clima muy húmedo, de muchas precipitaciones y sol que en conjunto con las cepas autóctonas les confieren aromas singulares en los que encontrarás efervescencia y baja graduación alcohólica.






Si quieres probar un vino verde cuya relación producto precio sea razonable y te deje satisfecho, te recomiendo Casal García 2014. De la región de Minho, es un blend de uvas Trajadura, Loureiro, Arinto, Azal.

En vista observarás una intensidad de color muy baja, tonalidades de verde claro cuyos intensos brillos serán ribetes plateados. En nariz, encontrarás las notas del verde que describí,  verde fresco que proviene de la hierba recién regada, verde ácido de cítricos como la lima y el limón. En boca confirmarás la juventud de las vides, su armónica acidez y frutalidad, el toque efervescente te sorprenderá y jamás querrás soltarlo, se convertirá en un favorito por las temperaturas que deja el verano, que invita a degustar vinos entre 8° y 10° centígrados. ¿El maridaje? Una alcachofa,  un sashimi, unos pepinos con sal y limón, la lista se vuelve interminable, la premisa será que el plato sea lo suficientemente fresco para enamorarse del verde.


¿A qué sabe tu color favorito?

 
 
 
  • AG
  • 28 jun 2020
  • 4 Min. de lectura

Monk in the sea. (1810, Friedrich)

La lectura no necesariamente proviene de un libro, si parafraseo a Daniel Goldin, fue lo que contestó cuando le preguntaron sobre qué consejo daba a los niños y a los jóvenes sobre el hábito de la lectura.

Para él, leer consiste en un desmembramiento de la imagen, la cual solicita una pausa para la reflexión, la investigación y el análisis. Una imagen que no necesariamente está ligada con la visión, si no con el lenguaje, el cual es la materia de los libros. Con las palabras de sus páginas somos capaces de extraer muchas concepciones del mundo, que idealizadas se transforman en imágenes de lugares, ciudades o experiencias que modulan los sentidos.


Lo que esto significa es que la presencia de ellas, radica en su descripción y su capacidad de movimiento, sí, la reunión y la disposición de palabras está en su dinámica y no a la inversa. Éstas como la materialidad de los libros, se podría decir es la base del lenguaje, que permite el diálogo y la circunstancia entre las personas.

La lectura entonces se convierte en el análisis de un paisaje, una foto, una obra de arte, un sonido, una melodía, un vino... así sucesivamente, hasta encontrar el vacío para recuperar el tiempo perdido del que la provoca, (en su caso ejecutor o artista) y recapacitar en torno a ello, pero poco tiempo nos damos para llegar al estado de la cuestión, ¿Cuáles serían los factores a considerar para efectuar esta lectura?

No creo en las metodologías, de hecho considero además de aburridas, no existe una válida pues estaría asumiendo que la atención está dirigida a un mismo objeto. Sin embargo, hoy comparto una serie de preguntas que me han ayudado a desfragmentar unidades que posteriormente forman parte de otros relatos. Aquí escribo algunas consideraciones que podrán variar de acuerdo a tu perspectiva:

Tiempo: ¿Cuándo fue hecha la obra? Así sabrás si fue un parteaguas de la época y la dinámica que generó entre sus exponentes.

Lugar: ¿Dónde? Recuerda que la geografía influye en la idiosincrasia de un individuo, la cual difiere de un país y región. En el caso de un paisaje, podrás entender su topografía y todo aquello que se provoca.

Técnica: Te permitirá discernir entre el estilo y la manera de hacerlo, por lo tanto las texturas: Visuales, auditivas, olfativas...

Quién: El método es muy particular de un artista a otro, así como la influencia de su maestro y aprendiz.

Filosofía: Ideología del artista, podrás identificar las doctrinas que influyeron en él y cómo repercutió en su manifiesto.

Ejes o prominencias: ¿Dónde consideras está el equilibrio en la obra? En una pintura o paisaje, la configuración, el objeto; en la música: sonido y causa que te conmueve (va ligado al tiempo); en el cine: la escena, merece análisis de su composición, categorización y jerarquía de las partes.

Afecto: ¿Por qué te gusta y qué es lo que te transmite? Te aconsejo al principio solo identifiques un elemento y un sentimiento. Posteriormente irás adosando hasta generar muchos pliegues de estímulos en torno a tu singularización, líneas que irán tejiendo en el tiempo aquello que te conmueve para traducir en imagen.

Otra de mis obras favoritas es Monk by the sea, de Caspar David Friedrich realizada en 1810 durante el romanticismo alemán, composición que generó controversia en el arte romántico ya que sus paisajes alegóricos y contemplación humana atribuida se oponían a la luminosidad del estilo. Fue aprendiz de Gotfried Quistorp, August Lorentzen y Jens Juel, éstos últimos de vertiente existencialista por lo que se asume, aunado a sus viajes la proyección de su paisaje inusitado.

La obra está compuesta horizontalmente por dos elementos predominantes, la luz y la obscuridad. La obscuridad es el mar, que simboliza lo terrenal, mientras que la luz está en el cielo y la playa, donde reposa el monje mientras contempla, el horizonte, que fusiona ambos perceptos. Planos donde el artista integra la presencia de Dios y la comunicación con el individuo. Esta obra me gusta porque representa uno de los escenarios con los que me siento más identificada, el mar me llena de paz cada vez que estoy en su presencia.


Como de costumbre, la lectura semanal de un vino, cierro Junio con África. Espero lo disfrutes tanto como yo, a mí me gusta porque además de fácil de beber, es difícil de encontrar y qué mejor platicar de un vino menormente conocido. La región a la que pertenece es Stellenbosch, en la zona oeste del Sur de África, segundo asentamiento europeo más antiguo y con siembra de vides desde el año 1600, en este país es considerada capital del vino pues se estima hay más de 200 productores. Stellenbosch tiene tres tipos de suelo, el arenoso, el granito y el aluvión todos coinciden en que tienen buena retención de agua y son ricos en minerales debido a la influencia directa de cuerpos de agua tanto dulce como salada.


Neethlingshof Estate Pinotage Stellenbosch es un vino tinto de uva 100% Pinotage recolectada a mano, esta uva emblema de Sudáfrica fue creada en 1925 por combinación de dos cepas Pinot noir y Cinsault. La orientación de este viñedo es sureste, se lcaliza 125 metros de altitud sobre nivel del mar. Debido a la situación geográfica y las oscilaciones térmicas es necesario controlar la temperatura alrededor de seis días para una exitosa fermentación.


La cata a la vista tendrá un color rojo rubí de intensidad y densidad alta, confirmarás su graduación alcohólica de 14.5°. En nariz se expresa la frutalidad de estas cepas, la ciruela negra es la estrella del aroma primario. Despúes de unos minutos en copa percibirás aromas secundarios como la canela y el plátano maduro, efecto del envejecimiento en barrica de roble francés por 9 meses. En boca, será un vino con volumen, de mediana acidez y armónica tanicidad, serás testigo de los sabores a bayas silvestres como la mora, zarzamora, ciruela eso sí muy maduros. Recomiendo maridar con comida asiática fusión o costillitas en salsa bbq, los sabores agridulces pueden ser parte de un desenlace perfecto.





Para finalizar, comparto una cita de Caspar David Friedrich, la cual sacude y expresa que aunque las lecturas son necesarias, hay momentos en los que es preciso dejar de cuestionar y dar paso al asombro:


“Foolish human. Even should you presume to attempt from morning until falling midnight to fathom the undiscovered Beyond, you would not solve the riddle of the dark future.”
“Humano tonto. Incluso si presume que intenta desde la mañana hasta la medianoche comprender el Más Allá por descubrir, no resolvería el enigma del futuro oscuro ".


 
 
 

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