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La viralización de Edward Hopper en 2020

  • AG
  • 14 jun 2020
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 16 jun 2020


Esta obra se viralizó en las redes sociales como efecto de la pandemia COVID-19, los actores de esta pintura fueron apagados como un layer en el que dejaron de existir como reconocimiento del escenario y a su vez, la categorización de la afonía producida por el vacío.


No es curioso que esta subersiva imagen pintada en 1942 fuera estímulo y respuesta para una diferenciación del espacio público y su retórica en 2020, la cual después de la pandemia cambió por conceptos que evocan el silencio, la ausencia y la soledad. Nighthawks es una escena realizada por Edward Hopper que manifiesta la incertidumbre por la que atravesaba la comunidad estadounidense, cuando Japón ataca la base de Pearl Harbor, acto preventivo que obliga la incorporación de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial.


Manifiestos que se vuelven en referencias para asociar cúmulos de hechos que desencadenan sensaciones de desolación, melancolía y relaciones interpersonales en las que ni siquiera hay un contacto visual. Sin embargo, sí existe la luz que baña las formas, elementos claves para el entendimiento de Hopper:


“(...) de pintar la luz del sol sin eliminar la forma debajo de ella.”

Hopper plasma perfectamente la ciudad con sencillas geometrías, extintas tonalidades que aunque no encendidas, engrandecen la desolación y melancolía que inundó por más de tres meses muchos de los rincones que en nuestra mente siempre han presenciado dinamismo, gente y bullicio; las ciudades siguen vigentes, marchitas de sol, ahogadas de agua, respiran el viento y anhelan el andar del transeúnte cuyo automatismo ha olvidado los aspectos diferenciadores de su relato.



Para cerrar con esta inconclusa reflexión he traído a la mesa un destilado cuyas características organolépticas considero son acordes a momentos de inseguridad, introspección y oportunidad: El Chartreuse.


Licor francés de alta concentración alcohólica (más de 50 grados) que se elabora en la región de los Alpes. Si encuentras referencias en Tarragona, recuerda que este grupo fue expulsado de Francia en 1903 y en España prolongaron su estancia. Su nombre proviene de Grand Chartreuse que significa Gran Cartuja, los cartujos fueron monjes que elaboraron este licor con destilado de uva y maceración de más de 130 hierbas.


El Chartreuse de esta semana es de color verde, (pues también hay amarillo), parecido al de la cáscara de la lima, recuerda que su coloración proviene de la clorofila que desprende singular receta, su brillantez es cegadora, efecto de la luz y el alto contenido de alcohol que posee, por lo que su densidad en copa será muy parecida a la de una resina, verás que el desplazamiento de sus gotas por la superficie será muy lento, cual letargo ante la gravedad.


De alta intensidad aromática, herbal y fresco, pero a la vez con notas furtivas a miel, inundará tus papilas gustativas con un sabor interesantísimo, aunque la amargura se hará presente, no es tan predominante para odiarla, sentirás una textura entre lengua y paladar inolvidable, en cada sorbo el Chartreuse irá barnizando cual pincel la madera hasta generar una armonía que querrás repetir una y otra vez.


Lo sugiero al final de un copioso menú, su sensación después de cada trago es reconfortante, y aunque su uso más conocido es digestivo, también podrías tomarlo sin mayor pretexto con un par de hielos y un trozo de chocolate (de preferencia amargo), ¿la razón? Recordar que estamos en pausa, lo suficientemente larga para cuestionar y encontrar el motivo que nos conducirá a la conversión del estar y del ser.


 
 
 

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