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"Explícame con peras y manzanas..."

  • AG
  • 21 mar 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 22 mar 2020

Yo digo esta frase cuando no me ha quedado claro lo que me están explicando, me pregunto si es debido a la falta o demasía de información o una mezcla de ambas, aquello esencial está faltando, ¿Entonces las peras y las manzanas lo son? ¿Es acaso su existencia primordial para la comprensión de fenómenos de distinta índole?


Existen registros desde la antigüedad de los árboles de manzana y pera, sus símbolos de discordia, inmortalidad y pureza se prolongan en la Historia de la Cultura y las Artes. Su símbolo se confirma con las diversas intensidades de sabores y aromas, bueno eso digo yo.


En octubre del 2018 tuve la fortuna de visitar nuevamente Nueva York y presenciar este clásico de Picasso, el cual hizo que mi mente desviara su atención a las geometrías de los cuerpos humanos que inundan el lienzo, no fui capaz de concentrarme en los cuerpos de las frutas, que tímidas habitan la parte posterior.


Gracias a la obsesión por los sabores, hoy lo imagino de manera distinta, la percepción surgió de una figura en común, al cocinar un estofado con peras y manzanas debido a una sobrepoblación en la cocina.


Has de saber que las manzanas en la antigüa Grecia eran portadoras de la inmortalidad, así lo cuenta la leyenda de Heracles, héroe de la mitología griega, quien buscó estas manzanas de oro en el jardín de las Hespérides, tan especiales porque Gea las regaló a Hera por motivo de su boda con Zeus. Aristócrates consideró que esta variedad sí existía, ¿Será que por ello es considerado el fruto de la eterna juventud?


Los textos antigüos ya describían la dulzura y la acidez de la manzana, tan capaz de robar el suspiro de cualquiera, así como su color, doradas, púrpuras, rojas, de primavera u otoño. Su protagonismo en distintas culturas y religiones coincide con el signo de trofeo y disputa, su advenimiento no trae la paz sino el caos para otorgar victoria solo al que la posee. Conduce al egoísmo.

¡Oh Romeo, ojalá fuera ella un níspero abierto y tú una pera poperina! (Romeo y Julieta, Shakespeare, 1597)

Hacia el S. XVI, Shakespeare, quien escribió 38 obras, de las cuales 24 son consideradas maestras, hace uso de la pera para sensibilizar al lector y presentarla como símbolo de pasión y deseo entre Romeo y Julieta, figura tan sútil en la que manifiesta una de las grandes aportaciones que hace a la literatura, la impecable cognitiva de manifestar sentimientos y expresiones humanas.


1. Cesto de manzanas. (Cezanne, 1890).

2. Bodegón con manzanas. (Gauguin, 1889).


Pintura y aromas


¿Qué tienen en común Picasso, Cezanne, Gauguin y Van Gogh? En este espacio de breves imagenes, la representación de la manzana y la pera como protagonista de la naturaleza muerta en diferentes planos.


Para Picasso, es tan evocadora su presencia como la de los desnudos femeninos, ¿La fruta es para los visitantes del burdel, la ofrece al espectador o para ellas, que agotadas probarán del fruto hasta cierto vacío de tiempo? Podrían ser símbolo de la tentación y la prudencia.


A Cezanne y Gauguin, los menciono en par porque me parece otorgan relevancia a las frutas, mediante la humildad, su reposo con respecto a los demás objetos, la luz y color que reciben tanto del pincel como del espacio, son las que anidan el símbolo de la representación primitiva, que como pintores adquieren y en esa búsqueda permiten la existencia de éstas, que aunque inanimadas dan vida a la obra de arte.


Por último, me gustaría añadir este retablo de Van Gogh, que representa los elementos que construían su día a día, el tabaco y alcohol, el café, las cartas que escribía a su hermano, las cebollas en el centro que muertas simbolizan vitalidad en la cotidianeidad del artista.


3. Naturaleza muerta con cebollas. (Van Gogh, 1889).


Así mi aventura cuando cociné esta vez, las encontré como Vincent pintó a las cebollas, al centro de mi vista, demasiadas peras y manzanas que expectantes pedían hacer de un plato común uno más cálido. Además de sofreir los muslos de pollo, posteriormente corté peras rojas y manzanas amarillas, el sol había hecho su trabajo ya, por lo que al asarlas con mantequilla el aroma de la sucrosa inundó inmediatamente el ambiente.


Después he fondeado con una mezcla especiada (con lo que más me gusta experimentar) a base de caldo de pollo y cúrcuma, comino, pimienta y mostaza "antigüa"la recomiendo porque además de generar una textura visual dinámica y atractiva, para su elaboración las semillas no se muelen por completo por lo que el picor no es molesto al paladar.


Distorsioné la receta original, que de primera instancia obtuve en El Comidista, (buen sitio para nómadas culiniarios), como de costumbre no tenía todos los ingredientes, sustituí avellanas por almendras enteras, sin piel que dejé reposar con el fondo; y perejil por cilantro fresco. ¿El resultado? Bastante bueno, el sabor de la almendra es mucho más suave que el de la avellana por lo que se generó una alianza con la prominencia del cilantro. Todos los ingredientes rindieron culto al pollo, en este caso, él fue actor principal, mientras que las manzanas y peras, se encargaron de coronarlo por ser motivo.


El primer bocado fue tan agradable como el aroma que percibí al contacto de las frutas con la superficie de la olla. De consistencia tersa y densa derivada de la mantequilla, conquistó el paladar de mis queridísimos comensales.


¿Maridaje? ¡No lo he olvidado! Para hacer más generoso este momento recomiendo un blend de Semillón + Sauvignon Blanc de Australia Meridional, el sur que se caracteriza por su inmensa reserva natural. Este tesoro lo encuentras en el súper: Vino fresco con notas a hierba, a su vez afrutado, de larga y armoniosa acidez cuya intensidad de aromas te envolverá en una experiencia muy armónica.






Te dejo el link de la casa Hardys Wines en caso de que quieras introducirte más en el tema del vino.

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